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lunes, 26 de octubre de 2015

Imaginemos una vida rota...


  Vamos a imaginar una vida rota. Vivida por un personaje imaginario que podría ser cualquiera de nosotros.Agredida desde su mas tierna infancia. Humillada, anulada, castigada casi de forma continuada. A veces encerrada bajo llave en una despensa oscura muy pequeña donde no podía estirar las piernas. Una despensa muy oscura que, tras el cumplimiento de dicho castigo, el contacto con la luz natural le resultaba super incómodo. Una madre imaginaria que aparentemente pasa de todo.Se esconde en cualquier habitación para no sentirse culpable de brutales agresiones a dicho personaje imaginario. Una madre que no se implica, que no protege, que no colabora de forma favorable. Se esconde una y otra vez para evitar, quizás remordimientos de consciencia. ¡Oh, abráse visto! Este personaje imaginario vive en un mundo a parte. Necesita dicho mundo aunque sabe que no es real. Mas en aquél lugar observa un día tras otro que no es aceptada. Que hacen carnaza de su persona para reírse a cuerpo de rey.Intenta dar un sentido a su vida, mas no lo consigue. Razón por la cual decide en ciertos momentos atentar contra su propia vida. Bloqueada hasta tal punto que es incapaz de sincerarse con los siquiatras que la atienden. ¡Para que iba hablar ella si tenía una tutora capaz de vender una excelente imágen familiar! Ante la atónita mirada de nuestro personaje imaginario escucha cosas que no son ciertas. Incluso se llega a decir que lo han intentado todo para que la convivencia fuera aceptable. Nuestro personaje no da crédito ante tanta barbaridad, ante tanta mentira. ¡Oh, alguién ha dado la vuelta a la tortilla!¡Caramba, mal rollito!El dinero que se gasta en casa es para la alimentación, y lo necesario de la casa. Se suspende ropa, zapatos, médicos particulares... mis ahorros son bien escasos, no trabajo y tengo interés en asistir a unos marathones de siquiatría. Marathones que mi padre considera una pérdida de tiempo y dinero. En  aquélla época yo me dedicaba a las tareas de la casa, mientras mi madre disfrutaba de ellas como si fueran su obra, su actividad ante los comentarios positivos de personas que llegaban a casa. ¡Abráse visto!Evidentemente, no tenía medios para independizarme. No tenía prácticamente nada de dinero. Me veía vagando por las calles o en una cutre residencia.¡Qué hacer!... Solo una persona de dicha familia fue capaz de ayudarla, de valorarla, de no avergonzarse de ella, e incluso de dar la cara ante situaciones nada gratas. Los demás se divertian como podían ante semejante personaje.Solo tenía una carta a mi favor. Solo tenía una carta de la que mucho costó desprenderme. Para mi esa carta era algo personal, un tesoro de inigualable de riqueza personal, emocional, afectivo. La carta consistía en desprenderme de toda mi persona hasta quedar totalmente vacía. Desnudé mi alma, mi vida, mis circunstancias, mis miedos, mis inseguridades. Me desprendía de lo bueno y de lo malo. Ya estaba totalmente al descubierto. Pensé que no me tendría ni siquiera a mí misma. Mas luego observé que empezaba a comunicarme conmigo mismo y con el medio. Que era capaz de valorar un mundo interior muy rico y en ocasiones exquisito. Aprendí a recibir amor, a expresarlo como podía. Aprendía a romper un brutal muro  casi,casi de hormigón que me impedía relacionarme con el exterior y me asfixiaba lentamente en el día a dia. En definitiva, que cuando me desprendí de ésta mi última y mas codiciada carta pues me encontré a mí misma. Me hice mas fuerte, mas comprensiva, me adapté mucho mejor al medio. Aprendí a contactar con el mundo. Y aquél muro infranqueable que me custodiaba desde muy niña empezó a debilitarse, a romperse, a dejar que yo fuera capaz de ver la realidad tal cual, de todo un gran universo.Ahora esta persona está empezando a remontar. Agarrarse a la vida, a la esperanza, a la comunicación en libertad.
    De su parte...
        ¡Gracias por estar ahí!

    M.Mercedes Rodríguez Perera

1 comentario:

  1. A veces cuesta dar una imágen real de lo que hemos vivido o estamos viviendo. Digamos que no resulta agradable estar contando problemas propios a nadie. Todo el mundo tiene problemas. La mayor parte de la gente no dedicaría ni minuto y medio en escucharte, en ayudarte, en intentar sacarte de semejante infierno. Vivimos en la sociedad, entiendo yo, del ruido, de las prisas, de la incomunicación.Vivimos en una sociedad que nos quita tiempo para dedicárnoslo a nosotros mismos, a las personas que queremos.

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