La casa de mis sueños

    ¡Uy, cuántas veces, aun siendo yo muy niña, soñaba con dicha casa! A día de hoy soy incapaz de dibujar una casa diferente!

    Yo imaginé siempre tener casa propia. A mi nombre, con mis apellidos, con papeles legalizados donde la complicidad sea mínima y los derechos al ciento por ciento.

  Una casa personalizada. Sin ningún personaje escurridizo que intente birlarme lo que legalmente sea mío. 

  Siempre la misma casa, con ilusiones renovadas, con una necesidad intrínseca de que todo ello se haga realidad. Que me haga sentir como pez en el agua. Donde me sienta libre y cómoda a la hora de invitar a las personas que me hacen feliz... un lugar de acogida, de abrigo.

   Un lugar donde alzar el vuelo, y sentir que mi alineación es perfecta.

   Cerrar puertas que nunca debieron abrirse. Abrir puertas al nuevo despertar, a la valoración personal, al respeto, a la autenticidad. Aprender a vivir y hacerlo en algo propio e intransferible.

    Se dice que los sueños, en sueños se quedan. Mas yo digo que los sueños son necesarios para proyectar realidades.

     Para pisar fuerte, con auténtico dominio de lo que se quiere.

     Para intentar destapar al verdadero amigo del falso.

Sin sueños el mundo carecería de color, de sentido auditivo, de sorpresa, de sensibilidad...

     A los niños les sería difícil imaginar mundos ideados por ellos/as mismos, que les permitan agarrarse, fuertemente, a la vida, a sus proyectos presentes y futuros.

     Los sueños pueden ser toda una realidad necesaria en momentos presentes.

         ¡Por eso a mí me gusta soñar! ¡Suele ser un bálsamo para las heridas de la mente y corazón!

      Hoy, por hoy me gusta pisar muy fuerte. Claro, siendo consciente de lo que hago y por qué lo hago.

               M.Mercedes Rodríguez Perera