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jueves, 13 de junio de 2013

Un encuentro y una pérdida


   Aquellos momentos en los cuales el destino unió nuestros caminos e iluminó mas de una extravagancia.
     Aquellos caminos enlazados cual hilos enredado en algunos retales un tanto prohibitivos.
       Momentos en los que descubro que no te conocía tanto como deseaba... puesto que, la gente cambia, se transforma, se vuelve desconocida y casi irrepetible...
   Las experiencias marcan los caminos, los senderos vida, los irrepetibles sentimientos que ocupan lugares perdidos de un cuadro escondido en cualquier lugar de un salón poco usado.
    En fin, que el tiempo no pasa en balde y... una mirada no es suficiente para reavivar un alma dudosa, para calmar la templanza de un ser y hasta el curioso despertar de todo un desconocido.

      Pero así es la vida... unas veces callejera, otras vagabunda de lugares confortables. A veces... la maleta de un ejecutivo o, quizás alguien a quien su voz fue robada casi sin querer.

          La pérdida de un sentimiento que se  nos resbala de las manos sin llegar a tocar demasiado su esencia particular. Mas la vida no se para y el que se para pierde toda una vida en segundos chispeantes que duran unos minutos. Tiempo suficiente para ponerte en marcha o hacer de ella una despedida dudosa, infinita... de nosotros depende cambiar un rumbo que no nos es conocido. Mas dicho trabajo nos sorprenderá con gratitud o con un cambio de cartas... llegar mas allá del horizonte es una razón para todo un descubrimiento.

        M.Mercedes Rodríguez Perera

2 comentarios:

  1. A veces perdemos personas que para nosotros son muy valiosas. Puede ser un amigo, familiar... alguien que en su momento llenó nuestras vidas de dicha, de sentido, de aprendizaje. Claro que, el descuidar al otro-a, los conocimientos, nos pueden llevar a un gran vacío interior por no haber tratado con cariño aquello que fue vital en nuestras vidas. ¡Cuida lo que tienes!Sin agobios.

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  2. Un encuentro y una pérdida. Cuando considero que mi trabajo es insustituible y al día siguiente, en mi mesa, la carta de despido. Cuando me considero una persona válida, tenida en cuenta si trabajo hasta el infinito y me dejo todos mis huesos en ellos. Cuando no soy consciente de los momentos que podemos compartir con los niños, la familia, los amigos. Lo de guay que sería disponer de unas vacaciones y lo bien que me sientan. Sin sentir la necesidad de trabajar como obligación exigente de sociedad.

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