¡Cuánto deseaba subir a cualquier columpio de cualquier parque!
Tenía unas inmensas ganas de subir al columpio. Mas siempre dejaba que fueran otros/as quienes subiesen primero. En cuanto a grupo, pues se supone que, por educación mal entendida, los demás debían expresar su opinión antes que yo. Es decir, mi opinión, según mi entender, valía un cero a la izquierda. No tenía ningún valor. Mi timidez de niña, de adolecente... era extrema. Mi sentido de orientación, rozaba casi el menos infinito y un sin fin de cosas que me convencieron que valía poco menos que un papel mojado.
Por eso soñaba, ansiaba ser parte de ese columpio, volar tan alto como pudiese, sentir la respiración, tomar contacto, hasta cierto punto, con las alturas. Ante todo disponer de un tiempo que fuese mío, para mí solita.
Mi madre tenía la costumbre de cuidar al sexo femenino tanto, que prohibido estaba ir al parque, relacionarte con niños/as. Se convirtió en una especie de guardaespaldas. Cuando salíamos por ahí y algún chico me decía algo se ponía super fueriosa, super nervisosa. No sabía si colocarse delante de mi, o detrás, quizás a la derecha o izquierda. Lo único claro que pretendía conseguir es que yo no viese a tal intruso. Según ella, ni un instante. Sí, hasta que pasara la tormenta. Yo estaba anonadada. Un tanto de lo mismo ocurría con los médicos. Era ella, a pesar de tener edad para hablar con el médico de mis dolencias, pues quien le decía lo que me pasaba, desde cuando me pasaba y un sin fín de cosas mas (algunas de ellas no me parecían ser nada correctas). La medicación, a veces la controlaba ella. En fin, que si el médico decía que tomara una caja de un determinado medicamento, ella considerada que superado los síntomas se suspendía, automáticamente la medicación, y lo restante del medicamento se aprovecharía para otro momento. En fin... bueno, pues mi madre estaba como cazador en la madreguera. Controlaba prácticamente todo. El cuidado en su hija era lo primero, su pulcritud, su pureza... en fin, estoy yo para rezar rosarios.
Salir de la bobanca en la que me convertí me costó una barbaridad puesto que, modelos a seguir no tenía ningunos.
Hoy me siento libre, en pleno vuelo. Me ha costado muchísimo separarme emocionalmente de la dependencia brutal que mi madre ejerció sobre mi persona. E ironías del destino, soy yo quien cuida a mi madre, señora ya bastante mayor.
Pero... he tenido la oportunidad de abrir los ojos, de aprender a separar las cosas,de arriesgar en algunos momentos, de tener una cierta templanza. Apostar, primeramente por mí. Colaborar con todas aquellas personas que quieran ser ayudadas por mí. Salir de dicha situación fue super difícil. Hoy doy las gracias por haberme liberado de multitud de ataduras.
Dicen que nunca es tarde para dar la vuelta a la tortilla. Claro que, sin un esfuerzo importane la dichosa tortilla se puede quemar y quedar inservible. Agradezco a todas aquellas personas que en distintos momentos han estado a mi lado, me han hechado un cabo. Que sepan que no les olvido y que la vida está hecha de infinidad de detalles.
M.Mercedes Rodríguez Perera
Quizás me columpie para llegar al cielo y saludar a un avión extranjero. Quizás lo haga por que el mero hecho de columpiarme me hace feliz. Tal vez, el columpio sea un lugar donde fabricar sueños, donde mi mirada toma otros rumbos, busca otros momentos... luego la rutina puede asfixiarme. Mas que nadie diga que no he vivido un sin fin de sueños.... tal vez algunos se proyectan en realidades... en la magia de la vida todo es posible.
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