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viernes, 26 de junio de 2015

¡Ay de aquéllas palabras!


  Sí, las que sembrarón tempestades y recogieron cenizas. Las que se subieron tan alto que después no sabían encontrar el camino de vuelta a casa. ¡Qué me dices!
  Caramba con las palabras entorpecidas... aquellas que casi, casi no encuentran las huellas del camino. ¡Faltaría más!¡Vamos a tardar mucho en recorrer semejante alborotado camino!
  Caramba con las palabras subiditas de tono que dejó al auditorio vacío y al grupo musical recogiendo sus instrumentos. ¡Oh!¡Oh!¡Oh!...
  Pero a veces no se miden consecuencias y tal vez, podamos pensar que te parezcas a un teniente coronel dirigiendo su tropa. ¡Bueno, con el máximo respeto al ejército, pues bien de manuales se han de aprender para dirigir a todo un batallón adecuadamente!¡Uf, que complicados suelen ser a veces los libros de instrucciones!(Claro que aprender es toda una virtud en estos tiempos que corren). Sí, por que hay personas que no tienen reparo en poner su mano, su hombro y lo que haga falta en el terreno ajeno. Y se quedan tan panchos reposando la siesta. ¡Abráse visto semejante atrevimiento!¡Ni que el reparto se conviertiese en un robo adelantado!
  Como la vida misma... los pasos mal dados dicen que muy bien se pagan. Pues sigamos dando pasos a la vereda del camino por si algún vehículo nos orienta aunque sea ya al final del camino.¡Oh, pero bien perdido se ha de estar para decir ciertos comentarios y cual mutismo todoterreno, esperar con paciencia congratular alguna que otra medalla!
     _¡Pero qué me dices!
     _¡Cosas de la vida niña!¡Que el que no vuela llega mas tarde o casi, casi no llega!

  M.Mercedes Rodríguez Perera

1 comentario:

  1. Las palabras pueden llegar a ser mágicas o terribles serpientes de cascabel. Una palabra bien dicha puede abrir la puerta a una amistad bien acogida. Mas una palabra de más o dicha sin pensarla adecuadamente... pues las puertas que probablemente te abran serán las del infierno. Y la gente engatuza en ocasiones con un bombardeo de palabras y ante tal elegancia casi como que bajamos la guardia biendo desaparecer, quizás, nuestros preciciados bienes. ¡Ojo, pues!

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