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viernes, 28 de noviembre de 2014

La silla vacía


La silla vacía. Aquella no ocupada por ninguna persona. Aquella a la que, tal vez, podamos invitar a cualquier persona según lo requiera la ocasión.

    Por una de tantas casualidades de la vida pensé en una silla vacía. Lugar, quizás para una confesión particular. No habitada. Por lo tanto, no sería invadida, brúscamente, mi intimidad. Me despacharía con comentarios e inquietudes de todo tipo. ¿Crees que la silla aguantará el peso de mi consciencia? ¡Pues no lo sé, inténtalo!

    Y empezarón a venir a mi mente algo trastiona, pues multitud de ¡No!, a multitud de circunstancias diferentes. Un ¡No! radical al aprendizaje. ¡Oye, que no fue optativo, se coló, supuestamente, por el inconsciente! Un ¡No! a las relaciones afectivas. Un ¡No!, a la integración social. Un ¡No!, a un crecimiento adecuado en el proceso de maduración. En fin que los ¡NO!, salian disparados de mi mente sin previo consentimiento de mi persona. ¡Oh, qué horror, y ahora qué hacer!

   Pues ahora había que despertar a la vida donde quiera que ella se encontrase.Sí, por que ante tanta negación solo quedaban unos cuantos harapos en mi persona. ¡Hábrase visto!¡Oh, mal rollito!. Sabes nunca supe todo lo que perdería al convertir mi vida en un ¡No! rotundo y continuado. ¡Mas si la intención es buena, las oportunidades surgen a flor de piel!

     No estaba dispuesta a perder mis derechos por estar descompensada o por negarme a valorar todo lo que significaba estar viva. Tener unos derechos adquiridos que no siempre se administran, pienso yo, de forma correcta cuando éstos son manejados por terceras personas. ¡Oh, impresionante!

       Así, pues, le comenté a la silla que trabjaría mi compensación. Mis derechos de todo tipo. Que compartiría todas las cosas que he aprendido y fuesen interesantes para terceras personas. Que lucharía por volver a conquistar mi sonrisa. Por pisar tierra firme con la suavidad y dulzura de una gacela. Si alguna vez volara alto, pues siempre tendría mis puntos de mira. Aquellos pilotos un tanto especiales que me indicarían el rumbo de vuelta a casa. Entendería que en mis pensamientos... mi bandera sería universal. Ah, y mi casa, tal vez el mundo. Aprendí a respirar como nunca recordaba haberlo hecho. Aprendí a confiar en las personas. Aprendí a dar y a recibir. Empecé a sentirme feliz. Como si hubiera regresado de un abismo infernal, donde la ignorancia y la inconsciencia fueran platos de primera mesa.

     Luego, me despedí de la silla. Oh, y por supuesto, le di las gracias. Sabes, me había ayudado mucho en mi trayecto por la vida, por la afirmación de mi persona y por la confianza en los demás. Aprendí a llorar que era un gesto muy, pero que muy reprimido en mi persona.

     Quiero dar las gracias, abiertamente, a todas aquellas personas que en algún momento han querido estar junto a mí. A pesar de mis infinitas incongruencias. Quiero dar las gracias a salud mental, por el trabajo tan maravilloso y acertado que hacen con respecto a conseguir en nosotros, una estabilidad mental, un pisar fuerte en la vida, en la sociedad circundante, en el mundo. Por los fármacos que nos permiten una integración importante y necesaria. Sintiéndonos, de esta forma, mas cómodos y mas integrados socicialmente. Un gracias a la vida por que me ha permitido hacer el recorrido necesario para hacer las pases conmigo misma y caminar con paso firme y seguro. Gracias a todos de corazón a corazón. ¡Ah, y gracias, principalmente, por la espera!

     M.Mercedes Rodríguez Perera

2 comentarios:

  1. Una silla vacía para conquistar el mundo. Para que tu mirada se fije en la mía. Para que me eches una mano en tiempo de guerra. Para confesarme con la tranquilidad de un mar en calma. Una silla vacía para saber lo que quiero y aquello donde procuraré no caer nunca más. Una silla para recordar mis derechos, mis deberes y mis obligaciones, para que haya justicia. Para aprender a vivir y esta vez de forma mas certera. Una silla para saber que la sonrisa es posible y... el llorar pueda ser toda una necesidad. Gracias por estar ahí. Un testimonio que tal vez pueda ser toda una necesidad de cuerpo presente.

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  2. Una silla vacía para tomar conciencia de que nunca mas volveré a estar sola en todo un universo. La silla acompañará mis momentos, mis dudas, mis alegrías, mis circunstancias. Una silla vacía presente en momentos de auténtica necesidad para ser compañera inseparable, por ejemplo, del saber. Quizás en una biblioteca, en el parque, en una particular fiesta muy grata y de muy buenas compañías. Una silla vacía pra ti por haberme ayudado en multitud de momentos, de situaciones algo incómodas... si, una silla pra ti. ¡Gracias!

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