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domingo, 12 de abril de 2015

¡Uy, las amistades, que pillinas en ocasiones!


  Yo siempre he creído y creeré en las amistades. Pienso que son necesarias para crecer, desarrollarse adecuadamente, manifestarse, tener un sentido positivo y con contenido de la propia vida.
    Imagínate yo, una persona super tímida hasta hace bien poco, escasa en el habla y en todo tipo de relaciones. Con pocas amistades. Y... me menten varios goles desde el terreno de juego. Me explico, tengo pocas amistades y de esas pocas amistades, pues la mayoría me la ha jugado pero bien jugada. Han tenido una actitud, a pesar del tiempo de la relación, pues como si fueran mis señoras, dignas todas ellas, se supone, de honores, y yo de sirvienta. No considerándome para nada como persona amiga, que está ahí, que colabora, que ayuda en situaciones difíciles. Mas yo que para estas situaciones nada gratas tengo, imaginativamente, vista de lince, pues... decido después de varios desaires que mi persona no tolera dichas seudoamistades ni en la entrada de su puerta. Decido suspender la relación de amistad ante semejante agravio. Luego, algunas te llaman como si fuera un desliz de agresión verbal e injustificado que tuviesen en dicho momento. Yo sin ningún tipo de problemas, ni de cargos de conciencia, les comento que la relación está archivada y bajo un candado de siete llaves. Y es verdad, persona que me la juegue, persona que recibe, automáticamente, mi carta de despido ante mi persona, ante mi casa, ante mi relación personal con el mundo. No es que no me afecte dicha situación, mas me interesa preservar mi mundo de zanguijuelas de todo tipo que piensan que pueden picotear en tu relación de amistad cada vez que en ganas le vengan. ¡Faltaría mas! ¡Sí, con Mercedes has topado! ¡Ah, y con su carta de principios éticos y de valoración personal! No es que yo sea una santa. Mas si me equivoco lo asumo sin mas. Estoy acostumbrada a vivir, desde niña en un mundo solitario, con muchas ausencias, y pocas amistades. Pero ahora mi mundo no está tan lleno de ausencias. Sé valorar los momentos de soledad sin que me ocasionen ningún tipo de traumas. Se convivir conmigo misma y con el mundo exterior sin ningún, aparentemente, tipo de problemas. Y soy feliz a mi manera. Reconozco seguir creyendo en las relaciones de amistad, afectivas... mas sabes que si te la juegan, pues tu mundo no se va a derrumbar, puesto que tengo un mundo muy particular fabricado a prueba de balas emocionales, afectivas, personales... un mundo que vive conmigo, que suelo manejar bastante bien y que ante ciertas, imaginativamente, aves rapaces, no sé andar con remilgos.


      A puesto por la vida, por la capacidad de sorpresa, de admiración ante las cosas pequeñas y lo grandioso del ser humano, del universo, de las personas que te rodean. Uno debe poner límites a ciertos comportamientos por que si no lo haces... cuando te descuides, pues tú serás la primera persona en fallarte a ti mismo.¡Oh, mal rollito! Esto no ha de ocurrir nunca. Las amistades surgen, muchas veces, espontáneamente. Las buenas relaciones seguirán contigo. Las relaciones de paso, solo estarán hasta que tú o yo, seamos productos de provecho. Quererse mucho es genial. Es importante quererse mucho, llevarte bien contigo mismo y con el mundo. Por supuesto, seleccionar muy mucho a las amistades, puesto que, te pueden traer tremendos quebraderos de cabeza. Una personalidad fuerte, con convicciones sólidas, generosa en el trato, comunicativa... nunca está del todo sola/o. Claro que, otra cosa es que seamos conscientes de ello. ¡Suerte en tu andadura por la vida!

      M.Mercedes Rodríguez Perera

1 comentario:

  1. Las amistades son necesarias, son alimento de vida. Sí, siempre que la amistad sea saludable, cómoda, compromentida con tu causa. Mas hay amistades rastreras, que se cuelan en casi todos los eventos. Buscando lo mejor de ti para venderlo al mejor postor. Quizás para dar al mundo una imagen nefasta, incómoda, horrible, dramática de tu persona. Con una actitud de superioridad por que, probablemente, ellos/as están siempre alimentandose de rapiñas. ¡Oh, muy mal rollito!

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