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lunes, 8 de septiembre de 2014

Aquél abrazo a la vida.


  Bueno, he de comentar que mas que abrazarme, pues se me apartaba de todos los caminos a los cuales yo pensaba tenía derecho. Bah, que si los demás miembros de cualquier unidad familiar tenían derecho a un espacio particular. Quizás a relacionarse con el resto de su familia con una actitud cariñosa y de hermanos. Pues puede ocurrir que te den un gran espantón que te quedas petrificada casi en una esquina y que... a ver cuando dan el toque de queda. No me gustan las familias de carácter frío, poco comunicativas, agrías en el hablar... en fin que parece ser que hay personas que no encajan en ningún lugar de su propia casa. ¡Bah, aparentemente, un espantó detrás de otro!¡Oh, ni que fueras una mosca molestosa!. No te digo nada cuando intentas, quizás, coger unos colores y pintar un dibujo. Allí quizás aparezcan muchas manos intentando por todas partes, pues... que los colores casi no lleguen quizás a tu alcance. ¡Oh, que mal rollo puede haber en ciertas familias! Como es de esperar la gente cercana, quizás familiar, pues parece ser que quizás no se acerquen ni para un simple adiós. Por lo que tu sensación de vacío puede incrementarse por momentos. Y la soledad infinia parece intentar ocupar todo ese resto de alegría, ilusión, esperanza que quizás no se haya ido del todo. ¡Bueno, eso esperas con una behemencia quizás infinita!

     Llegan los niños y tu vida puede cambiar. Quizás sean unas pocas horas a la semana. Pero tu sonrisa vuelve a ser vistosa. Preparas algunos juegos para ellos. Tu esperanza se ilumina. Los niños llenan tu vida, tu espacio, además no les importa compartir lo mucho o poco que tienen. Te invitan a sus juegos, te llaman para que pongas algo de orden. Te sonríen y te regalan besos sorpresas. ¡Ah, y abrasos inesperdos cada dos por tres!

       Entonces esos mágicos niños llenan tu vida de luz, de un sentido de las cosas, de las emociones, de la ternura saludable. Sin ser consciente del todo de ello, descubres que esos niños te han enseñado abrazar, a recibir abrazos, a perdurar de forma saludable en un abrazo. Me han regalado todo ello de forma gratuita y yo... casi me pierdo en un mar de lágrimas.

     Me han enseñado abrazar de forma saludable y yo me siento preparada para abrazar a otras personas, para recibir abrazos, para trabajar la ternura, las emociones, los sentimientos. La vida me sonríe por que ya puedo conectar con la sabiduría, la preocupación, la necesidad de otros abrazos y también recibir de ellos muchísima ternura.

       ¿Cuánto me ha costado?
   -¡Oh, una sonrisa de corazón y de sentimiento!
       -¿Te parece caro?
    -Pues no lo sé, no sé trabajar en esos baremos

M.Mercedes Rodríguez Perera

2 comentarios:

  1. Los niños pueden ser un manantial de riqueza familiar, de afectos, de complementariedad casi infinitas. Claro que, nuestra paciencia ha de rozar a veces, también el infinito. A mí los niños me han enseñado a sacar y a valorar lo mejor de mí misma. LLegar a un niño/a puede ser sumamente difícil. Claro que, a veces, ellos te sorprenden y se acercan en ti con una cordialidad, con un saber estar, y quizás con la necesidad de ser escuchados, de recibir respuestas.

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  2. Un abrazo puede ser muy lejano o muy cercano. Hay abrazos que son muy fríos, muy cortantes, muy del tipo "obligado".Pero sin ser conscientes quizas de ello, en un abrazo mostramos lo interior, aquello que cuesta sacar con palabras. Cuando un abrazo te llena, suele ocurrir, que tienes la sensación de haber compartido algo importante con otra persona. Quizás algo íntimo, pero también necesario...

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