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lunes, 1 de septiembre de 2014

Una ducha de agua fría


   Una ducha de agua fría...
     Para activar las neuronas, el metabolismo mas vital de mi ser, y todo lo que me tropiece en el camino que realmente me interese.
     Para espabilarme. Para que no me den gato por liebre y parezca estar en una continúa nube aparentemente en una sedación interminable. ¡Oh, pues faltaría mas!¡Espabílece que el tiempo apremia!
     Para que mis ideas queden bien claras, estilizadas al límite si ello fuera posible. Para que la transparencia brille en mi mirada y en mi bien hacer.
    Para no perder a las personas que verdaderamente me interesan, que están ahí y disfrutar de aquellos momentos que me he currado a mar abierto.
   Para no confundir tu mirada con la mía.
   Para avivar el respeto y entender donde empieza mi verdad y donde continúa tu respeto hacia mí. Por supuesto, que brille una aptitud de reciprocidad.
   Para entender quien es quien en momentos importantes y que la confianza brille en los momentos difíciles y se estabilice en los acuerdos importantes.
   Para desafiar un destino aparentemente anunciado en el tiempo y en el espacio. Pero que parece no cuajar del todo, no materializarse en una realidad del tu a tu. Sí, del momento presente. De lo justo, de lo idóneo, de una realidad tal cual.Necesaria, a la espera desde hace tiempo de un seda al paso.¿Le damos permiso? ¡Pues claro, se ha de respetar el seda al paso!
   Para que la luz sea el camino en nuestras miradas, nuestras formas de expresarnos... y el camino, tu morada. Sí, en las transparencias que, a veces, apaga una luz sin ser vista.

     M.Mercedes Rodríguez Perera

2 comentarios:

  1. La libertad es muy importante en las relaciones personales. Para ser auténticamente libres se precisa conocerse uno muy bien. El respeto, la autenticidad, la confianza plena y verdadera, siempre ha de ser recíproca. Una ducha de agua fría cuando la necesito fisicamente. También cuando quieren enredarme en una madeja sin aparente principio ni final y yo... a liberar neuronas, meditar lo que realmente quiero y, por supuesto, confiar en aquellas personas que pienson han de estar ahí. Sin la confianza en uno mismo y en los otros... nuestra torre emocional corre el riesgo de caerse a un vacío que, a veces, no entendemos y no podemos justificar.

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  2. Muchas veces corremos el riesgo de ponernos en el lugar del otro y olvidar nuestro propio lugar. Aquel que ha de ser insustituible. Yo puedo ponerme en el lugar de otra persona para intentar ayudarla. Mas jamás he de renunciar a mi persona, a mis sentimientos, a mi seguridad o inseguridad en el camino. Si yo no tengo una gran fortaleza emocional, afectiva, personal... si yo no cuido mi espacio, pues difícilmente puedo ayudarme a mí misma y a la gente que quiero. Cuando me abandono a mi mismo puedo llegar a ser, si no lo remedio, pues una veleta al viento.

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