Caramba, me digo a veces, cuando las horas las canta,el señor reloj.Sí, casi sin contar conmigo. Mas el sabe que muy pocas veces le marco un responcio mío. Sí, cuando se acelera demasiado en señalizar sus horas, y detrás minutos y segundos para que yo me de prisa. Yo entiendo al señor reloj. A sus horas, sus minutos y segundos. Mas que entienda él que yo tengo un ritmo diferente, que no me agobie entre tanto marcaje. A veces, tengo mucha prisa y él tranquilon, como si ya hubieran dado las doce. Sí, las uvas en la media noche. Entiendo que su labor es importante, casi envidiable. Por que el que mas y el que menos a sus servicios ha de acudir. Sin horario todo sería un caos. El libre albedrío quizás nos volviera a todos un poquito locos. ¡Bah, sería un caos en su espacio y en el nuestro!. Disculpe, señor reloj, que hoy le tocara su día. Piense que le estimo mucho y casi le llevo a un altar. Disculpe mi imprudencia y hasta mi falta de tacto. Entiendo que su cometido lo lleva cual general. Pero son mis sentimientos que a veces pujan muy alto. No quieren ser gobernados por semejante artefacto. Les he dicho que tranquilitos, que adaptarnos al patrón nos viene a todos genial. Por que cuando las cosas se hablan, los amaneceres son distintos. Caminito, caminito vamos casi al mismo compás. ¡Ojito, con el reloj, que puede querer mudar! Ya que tanto responsio lo lleva algo fatal. Cada uno con su tema y nada de tocar el de los demás. Caramba con el reloj, ni que yo le pusiera andar! Usted no le ha puesto andar mas tampoco ande metiendo su tan famosa esencia en mecanismo tan singular. ¡Ojo, que yo ya me callo, y... aquí no se ha dicho nada!
M.Mercedes Rodríguez Perera
El reloj. Sí, ese que marca el tiempo, nuestras vidas, nuestras entradas y salidas en el mundo paticular, general. La vida es una conquista, mas sin tiempo sincronizado la conquista sería efímera. Podemos pensar que nadie ha de guiar nuestros pasos, nuestros enredos en la vida. Mas cuando alguien preparado está ahí en el momento oportuno, guiando nuestros, a veces, turbulentos pasos, la paz puede llegar a nuestros corazones, a nuestra alma inquieta. Es entonces cuando entramos en una misma sintónía, con derechos, deberes asumidos y obligaciones estipuladas muy necesarias éstas, para hablar de una convivencia armoniosa. ¡Sí, con los pies en la tierra!¡Y el alma libremente encaminada!
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