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jueves, 8 de enero de 2015

Aquélla perla... la palabra


   La palabra que cautivó mis sentidos.
       Que anidó en la oscuridad de mis momentos. Pensante, muchas veces, en las ausencias.
   La palabra que dirigió mis caminos e hizo una fiesta de mis andanzas.
 La palabra que acurrucó mi alma en noches oscuras y vacías.
     Mas la verdad de tu mirada ahuyentó mis miedos, mis catarsis a escondidas.
Y escuché tu palabra en una de tantas y tantas escaladas de mi vida...
      Me convenció su contenido, su forma, sus andares caprichosos y hasta simpáticos.
También escuche el silencio de la noche...
   mas tu mirada templó la cercanía de algunos de mis momentos mas angustiosos.
Y aunque tú no te lo creas yo aposté por la vida. Lo hice de forma firme y segura.
     La vida era mi objetivo mas prioritario. Aquél mas convincente... y perdí los miedos.
 Entendiendo que yo formaba parte, al igual que tú, y muchas otras personas, pues de la vida. De lo bonito que puede llegar a ser vivir en armonía, con ilusiones, con esperanza, con convicciones propias y ajenas. Empecé a ser feliz a mi manera. ¡Oh, nunca mas volveré a estar sola!... mientras me acompañe la vida.
     
      M.Mercedes Rodríguez Perera

2 comentarios:

  1. ¡Oh, la palabra! Una perla de exquisito valor. Qué bonito cuando hay un sentimiento tuyo interior algo complicado de descifrar y casi lo pescas con dos o tres palabras que parecen venir a cuento. Cuando los demás entienden aquello que no sabes como hacer emerger de tu interior y que pueda, quizás, hacerte daño. Mas entre todo vamos hilando las palbras, creando contenidos, hilvanando los momentos. Es entonces cuando de ti puede salir todo un contenido expresado con frases, con sentimientos algo mas que descifrables para aquella persona que le interese entrar en tus adentros, en tus revueltos sentimientos de incrédulas palabras.

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  2. La verdad es que siendo niña no recuerdo a qué edad formulé una frase correcta, con sentido. Entendía todo lo que me decían. Mas expresarme era todo una incógnita. Casi nadie me entendía. No sabía si abandonar la lectura o tirar pa´lante. Menos mal que me dediqué a escuchar a los niños, su forma de hablar, de relacionarse con otros niños. Y entendí que quien era capaz de entender a un niño pues... casi podía ser entendido por cualquier persona. ¡y así lo hice! Bajé muchísimo el nivel de mis palabras un tanto personales y rebuscadas y empecé a subir y bajar el nievel en el cual me expresaba. Tenía bien claro que si un niño me entendía, pues podía hacerme entender casi por cualquier persona. ¡Ojo, no me equivoqué!

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